Noche azul,
Luna de sangre.
Un lobo argénteo
aúlla solitario.
Doloroso réquiem
por todo lo perdido,
por todo lo nunca,
nunca será recuperado.
No llorará, se dice.
Los lobos no lloran.
Pero él no es solo un lobo,
es más que un animal.
Llueve, llueve y llueve.
Y las lágrimas de sus ojos
resbalan y caen
y encharcan la tierra.
En el charco se refleja.
Y al otro lado del espejo,
un León.
Se miran, se aman, se odian.
Y los excesos de uno,
son las carencias del otro.
Almas imperfectas.
Espíritus entrelazados.